
Vargtimmen narra la muerte del pintor Johan Borg (Max von Sydow), recluido junto a su esposa Alma (Liv Ullmann) en una isla. Será justamente por ella que conoceremos los hechos que condujeron a su perdición.
La original escena de créditos es el primer precedente de lo singular del filme. Es posible escuchar al equipo de producción alistarse siguiendo las instrucciones de su director. De la realidad saltamos a la ficción cuando aparece Alma, quien nos mira directamente a los ojos antes de empezar a narrar su historia.
Construida a partir de ese momento a través de remembranzas, la película nos introduce al tormento de un hombre insomne e inconforme, un pintor atormentado por su pasado. Una pesadilla en donde los juegos de luz y sombra y los osados movimientos de cámara conciben imágenes poderosas, atrayentes y memorables. El magnífico diseño sonoro no deja cabo suelto para consumar el tormento.
Claramente dividida en dos actos, la primera parte nos muestra la vida de la pareja camino a la desgracia, mientras que la segunda es un retrato de la demencia, del oscuro pasado que poco a poco se revela, entre el recuerdo de rostros desencajados, intenciones dudosas y episodios atroces. Realidad e ilusión, la delgada línea que los separa se oscurece entre las tinieblas de las insomnes noches de Borg; penetrando el surrealismo con los excéntricos habitantes del castillo de la Isla: aristócratas venidos a menos, presas del ocio y el egocentrismo, perturbados y mezquinos. La pesadilla poco a poco se introduce en la realidad hasta que la domina, culminando en una extraordinaria secuencia dentro del castillo que junto a la confrontación entre Borg y un desconocido niño, es uno de los momentos cumbres de la película.
Misteriosa e hipnótica, uno de sus más grandes aciertos es ser además entretenida. Eso aunado al magnífico trabajo de fotografía de Nykvist y a ser la única película de terror de su director la vuelve imperdible.