El Último Tango en París de Bernardo Bertolucci, enfatiza el elemento de fantasía presente en la relación sexual y sentimental que se establece súbitamente entre una joven de 20 años, impulsiva e inexperta y un hombre de 45, consumido por el dolor del reciente suicidio de su esposa. Marlon Brandon y Maria Schneider son los medios, una pareja de extraños que desde el primer encuentro sufren y sucumben a una atracción que sólo puede calificarse de fatal.
La intimidad, la violencia, el sometimiento, la ternura, la pasión, todas están presentes, junto a una lista de filias que ilustran el juego que Paul ha creado y al que Joan se somete, fascinada por la evasión no de la realidad, sino de la responsabilidad de los años maduros.
Ambos encuentran en ese espacio y en el otro un respiro de su existencia “verdadera” y van cediendo al refugio del mundo real, donde los nombres no importan, tampoco las historias, ni el bagaje. No hay compromisos ni ataduras, sólo el misterio y el deseo de estar, de sentir. Fuera de la burbuja la sofocante existencia de una chica como cualquier otra y de un hombre que sigue sin respuestas para los por qué.
Marlon Brandon grande, como siempre, en una madurez entre atractiva y decadente. Maria Schneider, vulnerable en cada escena, entre la desnudez y la ignorancia que marcarían su carrera y también su vida.
El tema musical, bastante celebre, por momentos calza a la perfección y en otros se siente sobrado, innecesario y repetitivo. Cómica, dramática, trágica, controversial, el extravagante acercamiento resonará en cada uno de nosotros, pues nada más fuera de lo común que el amor. No la dejen ir.