Pasado, presente y futuro, confrontan las insuficiencias de un anciano avaro, en el clásico de Charles Dickens, A Christmas Carol.
La narración situada la víspera de navidad, destaca desde sus personajes inolvidables, como el gélido Scrooge: cruel, cínico, explotador y tacaño; para quien la posesión es vehículo, justificación y fin de toda vida.
Desde la segundo persona, Dickens interrumpe a menudo el relato para dialogar con el lector, logrando así involucrarlo en el embeleso y asombro que experimenta su protagonista; de este modo Dickens, le pide explícitamente que honre el pacto inmemorial que lo une siempre en una narración, con el autor. Su agudeza la vuelve una lectura deliciosa y su condición de clásico una imprescindible.
Conocida y reconocida, la lectura se mantiene vigente y disfrutable gracias a la maestría del autor con el lenguaje, que desde el cinismo y corazón de piedra de Scrooge logra momentos de humor casi ácido que complacen al lector contemporáneo, sin perder de vista la intención medular del texto, una revaloración de la festividad, como una oportunidad para expresar fraternidad y generosidad. No la dejen ir.