Un ladrón de autos tan carismático como insufrible, se ve envuelto en el lío de su vida cuando mata a un oficial de policía, comenzando de esa manera una doble persecución, la de los agentes que lo investigan y la de un hombre por una mujer en en este clásico de Jean-Luc Godard.
Un tonto autodeclarado, Michel Poiccard, el protagonista, suma al primer equívoco el empeño por Patricia, quien destaca desde su primera aparición con su acento estadounidense voceando el New York Herald Tribune, mezclando diálogos en ingles y francés, acompañada de una acaramelada melodía que desde entonces la rodea de un halo de adoración.
Secuencias larguísimas con cámara en mano distinguen la cinematografía de la cinta, sumado al jazz de Martial Solal en el tema musical, que añade a la frescura y dinamismo de una cámara incansable que acompaña siempre a los personajes. La intertextualidad audiovisual permite la construcción de grandes momentos cómo cuando una bocanada de humo se convierte en la bruma que cubre un afiche de Humphrey Bogart.
Jean-Paul Belmondo logra una interpretación memorable con la construcción de su personaje, desde el omnipresente cigarrillo hasta el misterioso rozar de labios. Jean Seberg es elusiva y encantadora,una nueva clase de femme, una que reconoce y combate su deseo por ser amada, buscando independencia y cualquier asomo de certezas.
A él lo define la necedad, a ella la cobardía. Ambos se acercan sin comprenderse hasta abrir los ojos, mientras se mueven, acercándose y repeliéndose hasta la agonía.
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