En Bouvard y Pécuchet, Flaubert ejecuta una sátira brillante del conocimiento y un extraordinario pase de lista a los saberes e intereses principales en la historia del hombre.
Los protagonistas son un par de escribientes parisinos que tras un primer encuentro se reconocen como espíritus afines, a quienes el destino les sonríe cuando uno de ellos recibe una cuantiosa herencia. Bien entrados en años deciden utilizar el dinero para comprar una finca y mudarse ahí a pasar los más dichosos de sus días.
La fortuna recibida les brindará la oportunidad de zambullirse de lleno en muy diversos intereses. Obcecados y obsesivos acumularán experiencias y lecturas llevadas hasta el límite y con un único y siempre amargo desenlace.
La redundancia del tratamiento permite a Flaubert exhibir la omnipotencia de la duda. Con los coloridos personajes persiguiendo siempre una quimera para inmediatamente agotada correr tras la otra.
El despliegue cuasi infinito de atinadas referencias puede resultar cansado por momentos, pero vale la pena persistir para recibir el aluvión de opiniones bien fundamentadas que no dejan de encontrar a su inmediato contrario.
La naturaleza aparentemente crédula de los protagonistas, permite insertar la óptica crítica del autor, quien como el creador se cierne omnisciente de su siguiente tropiezo, farsa y fracaso, paciente a señalar que ni los más fundamentados de nuestros conocimientos escapan al absurdo de la existencia. Contrapesos infinitos del saber humano que convergen en un sólo pensamiento: “Sólo sé que no sé nada”. No lo dejen ir.