Con apenas su filme sophomore, el director de It follows narra en tono de thriller una elaborada conspiración alrededor de la mejor razón posible, el interés que despierta una chica.
Sam, el protagonista, recorre un laberinto de intrigas, códigos, pistas y enigmas para resolver la muerte y desaparición de Sarah, una vecina de la que vive prendado. Alrededor de esta anécdota, el director construye un guión que apela a su universo particular, con referencias al cine, la imagen, los videojuegos, la música y hasta la pornografía, desde un personaje que resuena en un momento histórico que cuestiona el vacío existencial desde la nada.
Las más de dos horas de duración transcurren sosegadas con los suficientes sobresaltos en la forma de episodios sensuales y violentos que funcionan como válvula de escape de quien transita su vida en medio del hastío, la represión y el letargo, además de la paranoia colectiva de sentirse y saberse todo el tiempo vigilado.
El laberinto es también agujero del conejo por el que se cae para comenzar una persecución fabulosa y al encuentro de personajes extravagantes embutidos en sus propios misterios. La abundancia de personalidades y su desarrollo emparenta la obra con la literatura, de la que se despega con el lenguaje audiovisual, que incorpora animaciones para dar forma a leyendas urbanas que con el ritmo la emparenta con la televisión, para confirmar su status de obra maestra contemporánea.
El espectador disfrutará de visos a Rear Window, Blue Velvet, Mulholland Drive, How to Marry a Millionaire, Donnie Darko y mucho más en esta épica moderna tan profunda como elemental. No la dejen ir.
Briseida Alcalá 