Proeza metafórica y estilística, Paradiso representa por su complejidad y belleza la indiscutible cumbre del barroco en el alguna vez llamado nuevo continente.
Aunque indudablemente heredero de los clásicos, el libro destaca por su apoderación de las formas universales de la literatura en un estilo que nunca como aquí merece ser calificado de americano, no sólo en su reclamo y apropiación de un lenguaje hasta entonces extranjero, sino en la misma naturaleza de la historia, que narra la existencia de la nobleza criolla de Cuba en la vida de la familia de José Cemí.
Lo exquisito de la forma no es mero ornamento de una vasija vacía, al contrario, la hermosura del decorado se corresponde a la diálectica soberbia intercambiada entre el protagonista y sus amigos Fronesis y Foción, paseándose con autoridad y gracia entre el ágora, la ermita y el claustro.
Se trata de una lectura densa y para el lector no iniciado, tortuosa, que demanda una absoluta atención y la calma necesaria para paladear su suntuosidad en la transfiguración de la realidad por medio del lenguaje.