Oriente y occidente lacerados por una misma guerra y un hombre y una mujer conectándose entre el recuerdo y el olvido en Hiroshima mon amour.

La memoria privada y colectiva se funden desde el espléndido intro que inaugura la imagen de los amantes entrelazados, con una plasticidad que los petrifica cubiertos en ceniza, aludiendo y evocando el dolor lacerante de la masacre. 

Ella una actriz francesa de paso por la capital de la hecatombe, él un japonés residente. Libres para el encuentro, sujetos para la prolongación. Un amor prohibido, una muerte prematura. La historia es algo más que referencia o anécdota, es responsable de la herida manante y abierta. 

El guión de Marguerite Duras deambula con soltura entre la exhumación del pasado y la superposición del presente. Los personajes, complejos y enigmáticos dialogan entre argucias espontáneas y francas consideraciones. La interioridad también habla, en inspirados voice over que expresan el conflicto interior. 

Alain Resnais rehusa lo ineludible de la indiferencia ante el horror, alternando el metraje de archivo con la ficción, para dotar de viveza la narración, evidenciando así la huella que una atrocidad tal deja en cada existencia, y equiparándolo con la perdida brutal del primer amor, ese que aturde e incapacita a una Emmanuelle Riva espléndida en su interpretación de una mujer mellada y condicionada por la perdida. 

Con claras reminiscencias a Casablanca, el director inserta el romance en la esterilidad íntima que origina la herida personal en la desgracia global.

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