“Si un segundo basta para morir, debe bastar para cambiar”
Un anciano médico toma un paseo imprevisto por los corredores de la memoria, un día antes del homenaje que culminará una vida tan irreprochable como marchita.
Severo y formal, Isak, el protagonista, es un amante de la rutina. Un breve prólogo lo introduce como un solitario lúcido y sensato de hábitos inalterables.
Con el golpeteo retumbante de un gong, Isak empezará el descenso en su propia psique, para descubrirse sordo y ciego de si mismo, refugiado en la sublimación de la niñez, esa época que no ha sido mejor, sólo candorosa en su ignorancia.
Confundido ante las imágenes desconcertantes de su sueño, Isak hace lo impensado y cambia de planes, emprendiendo en coche el largo trayecto al lugar de la ceremonia. Le acompañarán su nuera y otra serie de curiosos personajes que señalarán con sus propias potencialidades y carencias las de su existencia.
Melodrama y road movie, Bergman explora en un guión inteligente y complejo el miedo no a la muerte sino a la vida en el estancamiento existencial legado por los dolores y oquedades de cada familia.
Visos de Dickens enriquecen la visión del filme, Isak es fantasma que se exhuma para retornar a los vivos. Soñar es también despertar. No la dejen ir.