La búsqueda de la libertad a través de la creación del ser, con los otros como vía para llegar a ella misma define la vida y la obra de Anaïs Nin, quien se expande y despliega en las anotaciones de su diario íntimo.
«Amar es comprender» y Anaïs lo entiende y extiende en una búsqueda constante y agotadora de la intimidad que se expresa en una colección de amantes y un apetito sexual ávido.
La lista de amores es larga y variada, expresando la feminidad como la concibe, en una amorosa servidumbre que cuida, nutre y protege. Desdoblada en la necesidad implacable de emanciparse.
La lectura de sus páginas nos invita a asomarnos a los abismos del abandono paterno. Un cataclismo que cimbra su existencia para gestarse en una doble herida primigenia. El segundo volumen de los diarios nombra y recoge el encuentro. La exploración de un tabú que para la autora significa no un parachoque moral y si la reconciliación y superación del doble original.
El diario es la única constante entre un ir y venir creativo que incluye los hombres eminentes que la adoran y que toman turnos en la cúspide de su interés y afecto. Mientras la creación la reclama como musa de si misma. No la dejen ir.