Singular y atrayente, Elle significa una inesperada aproximación sobre el ejercicio del control como expresión de la voluptuosidad.
Michèle, la protagonista, es una exitosa mujer madura, divorciada y con un hijo, quien en la primera secuencia del filme es atacada y violada por un enmascarado, bajo la mirada impasible de su gato.
Con esta particularidad de aparente insignificancia, el director sienta el tono de una historia en la que contra lo esperado, el ataque no es el centro argumental sino apenas un punto de partida para el desarrollo de un personaje fascinante, con un pasado inusualmente traumático al que resistió desarrollando una capacidad para apropiarse del daño que otros le infligen, hasta ser capaz de en más de un sentido revertirlo.
Isabelle Huppert está como siempre soberbia con una interpretación que no construye la película pero sí la engrandece. Hermética e inalcanzable, su Michèle es el centro gravitacional sobre el que reposa la trama y los personajes secundarios, cada uno cautivado por sus particulares filias y determinado a participar en ellas en la medida que le sea permitido.
Además del tratamiento, las actuaciones, la elegancia del ritmo y la exactitud del diseño sonoro, el filme se distingue al plantear más interrogantes que respuestas sobre una intimidad cuyo abismo se ha ramificado en laberinto. No la dejen ir.