Una primera y larga secuencia en la forma de una entrevista sienta el tono de la película y también del personaje, en dominio por completo de una autobiografía que sólo la asombra en la que considera una minucia, la necesidad de diferenciar por género.
El guión de Todd Field es brillante, con la vena trágica que la hunde después de una cumbre, con un bien merecido castigo, sin demeritar el talento inconmensurable, además del carisma y control exquisito que ejerce en los otros y en sí misma.
Se trata de una mock biopic tan exquisitamente conformada que convence y confunde al espectador. El ritmo es espléndido. La película no ofrece un sólo momento aburrido, desaprovechado o desafortunado con sus 158 minutos de duración.
El diseño sonoro y soundtrack son también impecables mostrando la interioridad de Lydia y la grandeza de su talento y sensibilidad, interrumpida siempre por el mundo real, de manera abrupta y disonante.
Cate Blanchett matiza y humaniza la película, siendo el brillante hilo conductor, con el resto del cast siendo apoyo y soporte de su melodía personal en una de las más impresionantes actuaciones de toda su carrera.
Lo femenino es aquí representación de lo humano, maravilloso pero también terrible, aspecto quizá más trascendente del film, que como toda obra maestra nos deja rumiándola mucho después de haberla visto, cuestionando el mundo y a nosotras mismas. No la dejen ir.