El libro comienza con una advertencia, pues nos integramos en territorio peligroso, confirmando mi idea de que un libro es una bomba, en este caso un bisturí que corta con precisión para extraer y poner bajo el microscopio el tejido que se analiza.
Al centro de la historia su madre, una mujer hermosa y magnética, por tanto insatisfecha. El libro es en gran medida una carta de amor, de un amor tan inmenso que sólo puede ser dolor al abarcarlo todo y por eso determinarlo y también consumirlo.
Reflexiones que caen como dardos, en el corazón, en los ojos, en el cerebro y también en los pulmones. Acertando con precisión justo en el blanco de las heridas que todos cargamos y compartimos, a esa determinación de la figura de una gran mujer como madre, lo terrible como patrimonio pero también como privilegio.
La escritura es un acto de soledad, una soledad engañosa, pues la madre siempre la acompaña, siendo quizá el doble original, o como en los números naturales un antecesor sin el que no se puede entender el sucesor.
La intertexualidad en el libro es también maravillosa. Negroni dialoga no sólo con el fantasma de su madre, sino de sus otros padres y madres, los libros y autores que formaron y acompañaron, para revisar junto a ellos, en la vida de su madre y en la de sus libros la de sí misma. No la dejen ir. Una obra maestra.