Whisky

Jacobo es el dueño de una vetusta fábrica de calcetines, Martha, su empleada de confianza con quien comparte una existencia solitaria y restringida, hasta que acepta su participación en una farsa inexplicable que Jacobo monta ante la llegada de su hermano menor con motivo del primer aniversario luctuoso de la madre de ambos.

Una rutina establecida e inamovible sustituye y significa la existencia de los protagonistas, que el director explora en secuencias a manera de bucle, que se repiten sin variación alguna. Los ambientes, añejos y descuidados son también un símil de sus vidas, con un orden caduco y apenas funcional, hermético a toda clase de cambio.

Herman, el hermano, vive en Brasil la existencia mejorada del mayor, con el mismo negocio en la versión moderna y exitosa y la compañía de su esposa e hijas. Su aparición confronta la perturbación al orden establecido, para descubrir las potencialidades del mundo exterior que aunque desconocido permanece ilimitado.

El guión revela y aborda entonces la soledad como imposición y también como elección, sabiendo entretejer con la melancolía, que expresa también su tema musical acompasado, momentos sutiles de comedia . El proceso de elaboración de las calcetas, además de todo el mundillo que por la razón de la profesión los rodea brinda un toque pintoresco a la historia, permitiendo algunos desvelos en la intimidad de los protagonistas.

Las actuaciones resultan medulares en un relato que extrae lo vivificante de cada experiencia, un despertar que puede experimentarse en cualquier momento de la vida, eso si se le sabe recibirla. No la dejen ir.