Una loa desde el presente para el futuro en Hojas de Hierba, obra insígne de Walt Whitman.
Poeta de la otra América, Whitman prescinde de la biblioteca para entregarse al camino, con la cualidad nómada que caracteriza la curiosidad inquieta de los mejores y más libres de sus compatriotas, incorporándose a una tradición que inicia con Twain y concluiría con Kerouac. Tan salvaje como el paisaje apabullante que lo rodea, abraza de ese modo la adoración cuasi religiosa de la naturaleza de los ingleses.
Poeta y profeta, se constituye en la voz que elogia a la más reciente e influyente de las mitologías, esa que para el siglo XIX era Estados Unidos. Un canto que es también aullido jubiloso por los prodigios concretos de la América interior, por la porción material del ser, con la carne formando cuerpos y la sangre corriendo vigorosa por las venas.
Se trata de una visión exaltada y plena que empancipa la presencia de las impresiones y las apariencias, buscando una concordancia indispensable para alcanzar la eterna armonía. No lo dejen ir.