Borís Pasternak reclama la individualidad en el marasmo social que impone toda clase de gregarismo.
Situada en uno de los episodios más dolorosos de la historia reciente, la novela se guía por la biografía de un hombre virtuoso, a quien se presenta siendo sólo un niño que asiste a los funerales de su madre, marcándolo con la orfandad que una nación entera está por experimentar. Una estampa memorable, que es la primera de una serie de pasajes poéticos que demuestran el dominio del autor del lenguaje.
Nombrada como su protagonista, Yuri Andréyevich Zhivago, la novela permite a su autor, explorar la significación de una vida en la que se inserta la historia, a través de las ideas y acciones de un librepensador con una concepción espiritual de la historia, que reclama el peso de la consciencia desde sus posturas e intereses en el arte, la ciencia y las humanidades, que se manifiestan en sus escritos y en la lucha que nunca abandona para preservarse a si mismo.
La mujer como fuerza vital, siempre generadora, gestante de otros y también de si misma, se expone en un personaje extraordinario con Larisa Antípova, mártir de si misma, ejemplo del entendimiento de la mujer por los grandes de la literatura rusa.
De fondo la estampa dolorosa de una revolución que se extravío como todas lo han hecho. Con la particularidad de intentar llevar abajo un orden sin tener claro otro, en una sociedad tan complicada y una tierra tan vasta y tan antigua como la de Rusia, donde cristianismo y comunismo, dos de las palabras que estaban destinadas a cambiar el mundo, se confundieron por no saber conjugarse en la esencia de su búsqueda: la liberación del hombre y por eso mismo su salvación. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 