¡Muerto el rey, viva el rey!
La familia como núcleo del universo, junto a los mecanismos que contienen y prolongan en poder en la espléndida Succession de HBO.
Logan Roy es el astro del microcosmos que el mismo ha conformado, un conglomerado mediático que abarca cinco continentes y del que encerró el poder absoluto. La vejez lo encuentra sin un heredero que encuentre digno, con las capacidades físicas menguadas amenazando su dominio. La serie parte en la celebración de su jubilación que coincide con su cumpleaños número 80. Logan pospone su retiro mientras lanza anzuelos y cebos para mantener controlados a sus cuatro hijos.
La estabilidad familiar se tambalea junto a su gigante, cuando Logan sufre un accidente cerebrovascular que los pone a todos comenzando una guerra que asemeja un ballet de confrontaciones, opiniones y por supuesto traiciones.
Los personajes bien definidos desde el principio son peones en un ajedrez inmenso de intereses y afectos, con la familia, los allegados, los conocidos y los recién llegados.
Una especie de Padrino inverso, la serie captura el proceso de descomposición no de quien asciende sino de quien se desintegra. Con cada uno de los hijos representando un incapacidad distinta, la adicción, la indolencia, el género, el desinterés, apatía o indecisión, rebeldía, incapacidad.
Sus debilidades diseñadas y alimentadas son los hilos que jala hasta forzar voluntades y albedríos. Las pruebas a las que los somete son también juegos mentales de un exquisito ejercicio pasivo agresivo que los mantiene en un jaque constante, en el que no se atreve a realizar el remate, manteniéndolos en un puño que sostiene y sofoca.
Las nuevas monarquías, elites, oligarquías de imperios multimillonarios que funcionan a la manera de monarquías con perpetuas guerras contra otros y contra si mismos. Los hijos son todos débiles a su manera, en la dependencia de un legado que no construyeron y tampoco del todo heredan. Hambrientos de su propia porción de poder.
El elenco es espléndido, liderado por el magnetismo irreprochable de Brian Cox, quien sonríe enigmático, dominando la escena y el espacio; mientras Jeremy Strong con su Kendall, atraviesa un proceso de descomposición notable que pareciera ser la necesaria transformació en el títere que complace al títiritero. Kieran Culkin como el benjamín, irreverente e inapropiado, motivado pero perdido.
La serie explora el tema desde un gran intro y un tema musical que desde ya pasará a la posteridad. El ritmo es perfecto y sin necesidad de cliffhangers baratos mantiene la atención del espectador con la tensión constante en la que viven y sostiene a sus personajes. Las relaciones se desmoronan y luego se fortalece y nadie queda indemne.Intrigas, traiciones, adulación, ascenso y descenso en una pirámide que sólo tiene una cúspide.
Si les interesa está disponible en la plataforma de HBOGO. No la dejen ir.
Briseida Alcalá 