Un publicitado caso judicial permite a Jorge Ibargüengoitia configurar una tragicomedia con el particular absurdo de la mexicanidad.
La naturaleza procesal de los eventos reconstruye los hechos con las declaraciones de los participantes hiladas a través del ennegrecido humor del autor. El estilo, emparentado con la cinematografía, combina una linealidad fragmentada que parte desde el suceso que en apariencia desencadena todas las desgracias: una venganza torpe y pobremente planeada; aunque el resto de la narración evidencia el infortunio o adversidad auténtica en la despersonalización del cuerpo para convertirlo en mercadería.
Parco y cotidiano el lenguaje presenta a los personajes sin un estudio concienzudo que explique sus actos, estos caen en el sinsentido común a pueblos y estados ficticios, coloreados con todos los vicios del mexicano, particularmente los de un sistema que causa y alarga una pobreza mental y espiritual.
La casualidad es causalidad cuando lleva de la mano a los personajes, que se dejan arrastrar por la marea de la vida, hasta que los ahoga, sofoca, asfixia; junto sus pasiones, ambiciones y debilidades. La «mala suerte» sobra en un país donde impera la miseria, la ignorancia y la corrupción.
Las muertas a las que hace alusión el título surgen primero por accidente, luego por casualidad, después por negligencia, ignorancia y finalmente por la crueldad en una existencia circular que a todos condena. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 