Con la Feria, Juan José Arreola recoge la crónica del despojo que tiene por historia su pueblo natal, Zapotlán el grande.
La narración toma como origen los apuntes de un zapatero convertido en campesino, para desplegarse después en toda clase de direcciones con secretos, confesiones, planes, demandas, denuncias, recuerdos. La virtud ancestral se entrelaza con el vicio moderno para dar cabida a la depravación, el deseo, el amor, la pobreza, la carencia, el abuso. En medio de todo una crisis de fe, con el santo patrono impávido mirándolos como los antiguos ídolos de piedra, calentando el caldo de cultivo del resentimiento, sin dejar de lado la ternura infinita de quienes merecen el nombre de naturales.
El titulo alude a la festividad dedicada al santo patrono del pueblo, deidad para ricos y pobres, punto de reunión, comunión e interés, estrategia de explotación y dominación, y que refiere también a la expresión mexicana que alude a la interpretación que cada uno guarda de la generosidad del destino.
La historia pareciera pasarles de largo, dejándoles siempre como un número o una anécdota que aquí reclama su voz. A los desastres históricos habrá que agregar los naturales, como los terremotos que cimbran construcciones y almas, sumiéndolos más en ese otro mecanismo de sumisión que es la fe.
Maestro del estilo, Arreola sabe situarse en cada voz y relatarla con veracidad, empleando en la narración vocablos locales que brindan color y veracidad, además del ritmo pausado y parco propio de los habitantes oriondos.
Con voces tan dispares se conforma una novela inmensa que confirma el olvido del origen de un país siempre dolido. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 