Se trata de un espacio paradisiaco para el bibliófilo que extiende la experiencia de lo que alimenta al alma a lo que nutre el cuerpo, con una cafetería espléndida que ofrece un espacio encantador para leer, charlar, existir mientras se disfruta de una bebida caliente o fría, junto a una interesante propuesta de mixología y una magnífica carta de comida.
Los platillos creados por el chef Fernando Hernández conforman una propuesta lúdica de la gastronomía regional con resultados magníficos que disfrutan la vista y el paladar.
Los clásicos del desayuno se reinventan sin extravío, como en los hot cakes de maíz azul que permiten con su masa y la adición de mermelada de guayaba el disfrute a los amantes de este platillo de todas las edades. En parte también porque eso que aparece en la imagen no es un chocomilk, sino un cóctel de cacao.


Los desayunos se ofrecen de 8 a 13 hrs, con la opción de barra de desayuno los fines de semana y el resto de los días la posibilidad de convertirlo en un paquete que incluye café o té, un jugo, fruta y una pieza de pan dulce.
Por la tarde el menú incluye las pixzas, que con la x mexicanizan nombre e ingredientes de esta preparación, ideales como entrada o para compartir junto a una cerveza de barril. Otro imperdible son los chilaquiles o enchiladas con salsa del día, ofreciendo la oportunidad de variar sin transformar cada día un platillo y disponibles a cualquier hora.



Los precios son justos, las porciones generosas y el ambiente un gozo en si mismo, con la brevedad del patio, los grandes macetones y el ojo de agua fluyendo con su música cantarina para volver inolvidable ese momento. No lo dejen ir.