
Llevado hasta sus últimas consecuencias, el recuerdo se conforma en el único mecanismo para alcanzar la vida eterna en La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares.
El protagonista es un fugitivo cuya perspectiva de vida es tan sólo la condena y la prisión. Así, desesperado busca refugio en el “adverso milagro” de una isla cuyos peligros son tan horribles que nadie irá ahí a buscarlo.
En el aislamiento la elusiva noción de realidad de a poco se diluye para trocarse en turbación y pasmo ante la inexplicable llegada y comportamiento de un grupo de animados viajeros.
Sensaciones y apariencias conformarán una nueva materialidad cuando la temible esperanza se cubra con la piel de Faustine, una mujer en la que renacerán las ilusiones y se concentrarán los empeños; pero el infierno contiene también al paraíso y viceversa. A medio camino el insoportable purgatorio de la discordancia entre lo imaginado y lo encarnado. El alivió se encontrará en la sustracción que significa la aprehensión de eso que verdaderamente nos vuelve inmortales. No lo dejen ir.