
Nobles, ricos, criados y pobres, nadie escapa a los caprichoso del más voluntarioso de los dioses en La Règle du jeu de Jean Renoir.
Las aireadas declaraciones de un amante rechazado originan la exposición de un polígono afectivo, cuando un joven aviador regresa triunfante de cruzar el Atlántico para recibir como recompensa la amargura de una pasión no correspondida, pues la mujer que la inspira está casada con un adinerado marqués. En medio de ellos se encuentra además la amante de éste y Octave, el amigo de todos quien hace las veces de confidente y celestina.
Complicada pero no confusa, la trama permite al director la exploración del amor en una condición inestable pero no trivial con un abanico de matices sociales y personales que añaden interés al tema.
Situada en la víspera de la Gran Guerra, el guión de su autoría añade con sutileza un breve pero significativo commentario político con la condición extranjera de Christine, la protagonista, y las habladurías domésticas que tildan de maqueto a su marido.
La intriga la construye y sostiene su cámara, como el narrador omnipresente y omnisciente. Infiltrado siempre, a veces como el ojo mirón, otras como un participante más de la intimidad ajena, con Travellings tan precisos que son imperceptibles.
El director de a poco revela mayores y más complejas caras de su historia, cada una con una tonos y visos propios que expresan lo efímero y mudable del afecto, dando pie a numerosos giros argumentales que en tono de farsa constatan que “si el amor posee alas, ¿no son para revolotear?”. No lo dejen ir.