Burning

Con el combustible adecuado toda chispa se inflama y crepita en Burning de Lee Chang-dong

Un joven aspirante a escritor, se reencuentra con una amiga de la infancia, quien se volverá prontamente el objeto de su afecto y también el vehículo de una inquietante obsesión, cuando regrese de un viaje a Nairobi y no lo haga sola.

El guión, que adapta una historia original de Haruki Murakami, sabe partir de su origen literario para explorar el misterio impalpable de las obsesiones y taras de cada personaje. Las referencias literarias abundan, desde los ecos de Gatsby y Ripley, la imaginería del propio Murakami y la imagen del chico cuya única posesión es una vaca.

Las actuaciones son todas sólidas, y el cast provee una nota particular para crear la atmósfera enrarecida de un de thriller reprimido, con el ritmo lento característico de las producciones asiáticas, se desarrolla una atmósfera enrarecida de meseta contenida. 

La puesta en cámara ofrece sus propios contrapesos en la oposición de planos subjetivos de gran cercanía, que brindan intimidad y después desasosiego, junto a otros en POV  que exploran el estado emocional del protagonista.

Particularmente inolvidable resulta el primer encuentro sexual, cuando su mirada recorre la habitación, buscando un foco de concentración, que recae en el minúsculo rayo de Sol que sólo a esa hora del día se la ilumina y que después, premonitoriamente se extingue.

Las complejidades se ramifican a partir de nodos argumentarles que revolotean alrededor del abandono y la evanescencia. Los enigmas se acumulan y prolongan en una tensión sutil pero siempre creciente hasta que los huecos existenciales de cada uno se conjugan en forma aciaga, para aniquilarnos en más de una manera. No la dejen ir. 

No la dejen ir.