
Las profundas complejidades del alma y la existencia, exacerbadas siempre en la mujer y más aún en la actriz son el escenario ideal para revelar la significación de la máscara en el teatro de la vida.
Una sucesión de fotografías fijas en un blanco y negro apabullante marcan el inicio de un filme visualmente irreprochable. Luego cuerpos tendidos en un medio aséptico que tanto podría ser un hospital como una morgue, ahí la mirada de un joven invertirá los roles para convertir al observador en el observado.
Enigmática e indescifrable, la secuencia resulta fascinante como preámbulo que añade estratos a las honduras de una cinta compleja pero no inaccesible.
El actor, la piel, la máscara, la maleabilidad extraordinaria que da cabida a cada matiz del ser humano representados en la inmejorable presencia de Liv Ullman como una actriz que toma un voto de silencio a la mitad de una representación. Para cuidarla y ayudarla a superar el trance le es asignada la compañía asistida de una joven enfermera.
Una insigne, la otra ordinaria; distintas en bagaje y temperamento la convivencia las acercará, diluyendo de a poco las distancias. El silencio será una invitación a la confesión, de las trivialidades y luego de los oscuros secretos. Por toda réplica una atenta escucha y una sonrisa de monalisa que invita a seguir hablando.
Liv Ullman en un rol que quizá no hubiera podido interpretar nadie más, pues sólo ella posee esa capacidad extraordinaria y deslumbrante de transmitir todo en una mirada. Bibi Andersson no se queda atrás, con su representación de una mujer sin la fortaleza mental para afrontar el monstruo interno, mucho menos el ajeno.
El guión, perfectamente estructurado señala y evidencia las ficciones que componen la vida, la materialidad innegable del dolor, evidencia inconfundible de lo tangible ante lo simulado.
A esto habrá que añadirle una cinematografía soberbia; planos medios y encuadres cerrados que no brindan proximidad sino asfixia; miradas penetrantes que rompen nuestra propia coraza para tocarnos hondo.
Orquestado todo por el genio de Bergman, el resultado es por supuesto un filme imprescindible en la historia de la cinematografía. No lo dejen ir.