
Manuela es una enfermera que vive en Madrid con Esteban, su único hijo, un chico curioso que no deja de interrogarla sobre su padre, quien siempre ha estado ausente de sus vidas. En el cumpleaños de Esteban, asisten al teatro a ver una representación de un tranvía llamado deseo. Al terminar la obra, esperan afuera para conseguir un autógrafo de Huma Rojo, la actriz protagonista. Intentando alcanzarla, Esteban sale corriendo y es atropellado. La muerte de su hijo, forza a Manuela a regresar a Barcelona, a buscar al padre del muchacho.
Sobre este lienzo Almodóvar traza su homenaje a la madre, la mujer, la actriz. La intertextualidad de un guión original, interesante y provocador, dota de numerosas aristas la historia, sin impedirle ser disfrutada por un público ajeno a ellas.
El VIH, Tennessee Williams, la flexibilidad del género, el amor, la amistad, Bette Davis, la maternidad, la ausencia y el vínculo femenino son resultado del cruce de vidas de una urdimbre que a pesar de sus tantos hilos jamás se enreda.
A punto también se encuentran las actuaciones de las actrices principales. Cecilia Roth está excelsa como la misteriosa Manuela, obligada a examinar su vida ante la pérdida, develando poco a poco sus secretos, que quizá no eran tantos ni tan oscuros. Antonia San Juan llena de carisma e hilarante como Agrado, papel que interpreta tan bien, que no falta el que no le crea que ha nacido mujer. Penélope Cruz florece como Rosa y Marisa Paredes ilumina la pantalla como la diva Huma Rojo. La única deslucida es Candela Peña en el papel de Nina.
Mención aparte merece también la banda sonora, sofisticada y nostálgica a cargo de Alberto Iglesias.