Breton rescata y reclama en El amor loco el valor y vigencia del sentimiento definitivo.
Para lograrlo explorará la fuerza de una aparición que manifiesta los mecanismos que contradicen lo fortuito de ciertos encuentros, que son congregación y no coincidencia.
El deseo será el símil común a todo hombre, el componente imprescindible para subyugar la contradicción original, que ciega y limita la realidad a lo material, negando y privando su cara opuesta, el delirio que exige de nosotros un abandono absoluto para retribuirnos con la encarnación en el otro de los portentos de lo sublime.
Su visión nos conducirá a través de la percepción que penetra las apariencias, instando una revuelta que conduce al tiempo mítico. En medio de la abulia nada será más revolucionario que amarse y por tanto elegirse. Nexos tales serán capaces de invocar y derrocar las fuerzas extraordinarias del azar y la pobreza espiritual de una actualidad que modifica hasta enturbiar toda capacidad original.
Alabanza y defensa, la obra se cimenta en los ejes del surrealismo, para perseguir ese encuentro que constituirá la reconciliación entre la naturaleza y el hombre, entre lo racional y lo real, que será renovación y realización, espejo y umbral. No lo dejen ir.