Para los antiguos existía una singular manera de alcanzar la verdad: la conversación. Reunidos por invitación de Agatón: Fedro, Pausanías, Erixímaco, Aristófanes y Sócrates se proponen hacer el encomio del amor, con conclusiones tan notables que trascienden los siglos para resonar aún en nuestros tiempos. Platón las reúne en uno de sus mejores y más célebres libros: El Banquete.
El amor, tema universal si es que existe alguno es alabado por los primeros oradores por ser el más antiguo de los dioses, por su inseparable asociación a la belleza y a la virtud, y distinguido también también entre vulgar y celeste, por los opuestos que en su armonía se encuentran.
Corresponde después a Aristófanes narrar uno de los mitos más hermosos asociados al amor: el del tercer género o el andrógino, que explica de manera sublime no sólo el sentimiento sino las predilecciones, tendencias e inclinaciones que rigen la vida de los hombres. Seres dobles, fuimos por nuestra arrogancia fragmentados por los dioses, condenados a pasar el resto de nuestra existencia buscando regresar al estado original.
Llegado el turno de Sócrates, el maestro, en voz de Diotima, situará al amor en su justo lugar, a medio camino entre lo mundano y lo etéreo, presentándolo como el insólito puente entre los hombres y los dioses, lo virtuoso y lo indecente. Su encomio será semilla y origen de toda la filosofía y pensamiento posterior que encumbra al amor como razón para la procreación, vislumbrándolo como posibilidad y oportunidad única del hombre para alcanzar la inmortalidad.
El texto, extraordinario por decir lo menos, retiene el eco magnífico de las reflexiones sobre el más esencial de los temas de los amantes originales de la sabiduría. Imprescindible.
Briseida Alcalá 