
Novela histórica, biografía, meditaciones, memoria y epístola, Marguerite Yourcenar logra con Memorias de Adriano una obra maestra tan exquisita como impresionante.
Compendio dirigida a su célebre sucesor, un Marco Aurelio de apenas 18 años, inmortal por derecho propio, a quien Adriano se dirige para contribuir con la formación y adiestramiento que requiere su sucesor.
La enfermedad, ese desequilibrio del cuerpo que confirma, como sólo el dolor puede, la porción desgastable del Ser, presenta al soberano aproximándose al ocaso de una vida integrada ya en la historia oficial, presto a aligerar su pecho de los males que cuando suman también multiplican.
Interesada en la singularidad que guardaría para la posteridad su existencia, la autora busca en Adriano al emperador sin dejar de lado al humanista, el pensador, el helenófilo, el guerrero, el estadista y por supuesto al enamorado.
La lectura es fascinante y embriagadora, portento de erudición que no desdeña la invocación. La inmaterialidad del alma se amolda gracias al estudio concienzudo y la práctica ferviente en una permutación de pasado por tangible presente, en la que hay cabida para profundas cavilaciones sobre los principales eventos de su mandato, su legado, afectos, yerros y aciertos.
Su presencia no es la de una sombra, tampoco la de un arquetipo, es la cadenciosa remembranza de un ayer que ya no es eco, murmullo, ni susurro, sino clara y resonante sublimación de un instante que aún se evoca como culmen en la historia conocida de los hombres. Imperdible.