Un caballero cruzado con una crisis de fe dispone una partida de ajedrez con la Muerte, como estrategia para ganar el tiempo suficiente hasta encontrar un único acto que justifique y signifique su vida en el clásico de Ingmar Bergman, el séptimo sello.
La premisa exquisita toma forma en un guión que examina el infierno de la incertidumbre ante la preocupación fundamental de la contraparte de la existencia. Condenado a muerte como el resto de su especie, Antonius Blok, el protagonista, se debate ante la sombra de la duda que no ilumina el yugo de la convención de un credo que toma la forma del dogma. Su Dios, siempre silente, se sirve del misterio para exigir obediencia ciega sin otorgar jamás respuestas.
La Muerte, única realidad tangible, descolla sirviéndose de la terrible epidemia de la peste negra y ofrece un rostro inolvidable en la piel de Bengt Ekerot, como una parca astuta y también burlona, sin dejar de ser jamás escalofriante.
Situado en la Suecia del siglo XIV, el periodo histórico ofrece el trasfondo al fanatismo como respuesta a la insoportable vaguedad de la existencia: requisito único para convertir la muchedumbre en turba;
sus rostros dolientes y desencajados se representan en una secuencia sobrecogedora los muestra buscando con la mortificación aplacar la ira de un Dios que como respuesta sólo brinda su faz inerte.
La luz natural se cuela suntuosa para resaltar desde las primeras imágenes los paisajes naturales y remarcar la presencia de sombras en los interiores, mientras numerosos acercamientos remarcan y revelan el fuero interno de los personajes.
Diálogos espléndidos dan forma a las posturas de personajes tan interesantes como Jöns, el escudero, contraparte de Antonius, quien mundano, cínico, estoico y osado, desecha el fervor, para asumir en la duda los reveses de la materialidad. Mientras los juglares que encuentran en el camino ilustran con su simplicidad que también es posible encontrar la paz en la Tierra.
El humor equilibra y aligera la carga intelectual de un filme, brindando además instantes de franco entretenimiento en una aventura clásica con preocupaciones modernas: el hombre ante el óbito, confirma el absurdo, el vacío, la nada.
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