Marjane Satrapi narra desde su biografía la historia de su vida y también la de una tierra amada y herida en Persepolis.

El filme retrata los conflictos propios de crecer enmarcados en la tragedia de una guerra cruenta, la represión disfrazada de religión y la sangrienta sucesión de regímenes que aniquila en Irán toda noción de libertad individual. 

Las complejidades del conflicto son explicadas y exploradas fuera de cualquier panfletarismo, con el punto de partida de un amor profundo que inspira a los personajes a vivir y morir por su país.

La técnica, al servicio de la historia, es impecable y uno más de los méritos que la vuelven inolvidable. Su origen literario se traslada con tino

utilizando el lenguaje cinematográfico para narrar la historia, conservando visos del impreso en logradas viñetas que ofrecen una mirada a instantes y experiencias. 

A pesar de la crueldad de los eventos, la película se vuelve accesible a todas las audiencias al resolver con recursos estilísticos el desenlace violento de ciertos episodios.

La vida intenta persistir y lo hace, entre muertes, represiones, decepciones y holocaustos que sofocan pero no extinguen la chispa de vida de la protagonista, depositaria de

una flama que intenta iluminar una sola verdad: libertad.

Me encantó.

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