Cuatro poemas conforman el Réquiem, en ellos Rilkeextiende su voz hacia los muertos. En verso libre transita al lugar oscuro donde los que se han ido pueden escucharlo. No se trata de un grito, ni de un lamento, sólo de su voz arrojada al aire intentando en vano alcanzarles.
El primero de ellos, dedicado a la pintora Paula Modersohn Becker se caracteriza por el desconcierto del autor ante la pena de un alma que parece volver y en el que con gran lucidez se lamenta en nombre de todos los hombres que han truncando con su amor la vida de una mujer.
El segundo, escrito para el conde Wolf von Kalckreuth, señala el destiempo que caracteriza la muerte autoinflingida, preguntando si acaso no todo en la Tierra se revuelve cuando lo “abierto se cierre”.
Estos dos primeros poemas conformaron la edición original, publicada en 1900. Años más tarde, en 1931, la obra se completaría con la adición de el réquiem por Gretel Kottmeye y el réquiem por la muerte de un niño. Esta última versión es la que ofrece Hiperión en una edición bilingüe con las traducciones en español a cargo de Jesús Munárriz.
Pieza clave de su obra, el poemario es un impresionable soliloquio que habla a los vivos, intentando tocar a los muertos. No lo dejen ir.