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Los hijos del limo

Octavio Paz aborda en los hijos del limo la capacidad de la poesía para transfigurar el tiempo y cuestionar la historia; lo hace desde la tesis de la modernidad como la tradición de la ruptura, una que es regreso, avance, recuperación.

El cambio es la única constante de una corriente siempre avante. Actualidad y presente son términos elusivos, lo reciente es el primer nombre de lo anticuado, que con celeridad se juzga insuficiente, debilitándose hasta agotarse y rebasarse.

Lo antiguo puede ser una de las máscaras de lo moderno, siempre y cuando cumpla la condición de opuesto. Así, entre resurrecciones y redescubrimientos, un paradigma sustituye al otro. El mecanismo que resolverá la oposición será la crítica a la que Paz prefiere llamar pasión. Conocedor y lúcido, su aproximación lo lleva a revelar y rebasar la contradicción que oculta y también manifiesta la interrupción como continuidad.

El prototipo temporal se establecerá con la refutación del dogma imperante, el cristianismo, cuando la concepción singular de la divinidad sea impugnada por ciencia y filosofía. Caídos los falsos dioses, los poetas comprenderán su ministerio como portadores de la consigna que abre el umbral al tiempo que niega el tiempo, donde todo es origen y principio. La imaginación desplazará hasta suplantar a la revelación. 

El avance será por supuesto dispar e irregular, avante e imparable. Nada es permanente, todo es efímero. Enfocado en el ahora, el hombre dirige sus esfuerzos hacia el futuro. No lo dejen ir. 

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