Con la infinita nostalgia por el “tiempo anterior al tiempo” y padeciendo un “horror más viejo que la memoria”, Emil Cioran aborda el anatema del nacimiento, convencido de que el horror de la existencia reside no en morir, sino en nacer.
Maestro de la rumia, Cioran afirma algo para igualmente negarlo. No le interesa la verdad, pues la sabe inalcanzable y hasta estéril; lo que necesita es desposeerse de aquello que ronda sus entrañas, que extrae de los abismos de un interminable insomnio.
Poseedor de un lirismo exquisito, su filosofía es también poesía, afirmación del desencanto, del malestar opuesto a la metafísica. Sus aforismos están cargados de consciencia, pero también de desinterés, lo mismo de rabia y desesperación que de desdén.
La indiferencia es imposible con Cioran, el lector se descubrirá otro después de su lectura, signo inequívoco de todos los grandes libros. No lo dejen ir.