A casi 500 años de su partida, Leonardo Da Vinci continúa siendo el genio original, figura clave del arte, la tecnología y la cultura, referencia y reverencia, enigma. Capaz de reunir y conciliar imposibles dicotomías, la del inventor y la del artista.
Su naturaleza inquisitiva y la tabla rasa de una mente que no fue formada propiamente, lo moldearon para gestar su erudición a través de la experiencia, con un lienzo en blanco desprovisto de las preconcepciones de la época.
Minucioso y obsesivo, reunió a lo largo de su vida más de 13,000 páginas de apuntes, algunos de los cuales se encuentran organizados y reunidos en su Cuaderno de Notas, libro que contiene temas tan variados como sus intereses: arte, literatura, ciencia, filosofía. A los apuntes los acompañan trazos, dibujos, figuras, explicaciones gráficas de sus proyectos, reflexiones y procesos mentales.
Con la autoridad de quien se sabe en dominio de la materia, Leonardo se apodera de la palabra para explicarnos el universo, despreciando a quienes le contradicen y sacudiéndolos como al polvo de sus hombros. El libro, además de un negativo de su mente, es también un esbozo del nacimiento de la ciencia moderna, de la lucha de la luz contra la oscuridad, del esfuerzo de un hombre único, entusiasta de la percepción, la experiencia y los sentidos, convencido de la importancia de la experimentación para acceder al conocimiento.
Su lectura no nos acercará a descifrar el enigma que es cada hombre, menos este hombre, lo que sí nos permitirá es conocer sus anécdotas, sus reflexiones, observaciones y preocupaciones, hasta sus chistes. Nunca estaremos más cerca de conversar con él. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 