La mujer, pero sobre todo la mujer creadora y particularmente la escritora se constituye en un reflejo resplandeciente para el lúcido espejo de la mente de Rosario Castellanos, quien por proximidad o mejor aún por admiración y extrañeza las disecciona en breves y admirables ensayos, a ellas y a su obra.
Las infaltables, las infalibles, las ascendentes y hasta las desconocidas. El excepcional pase de lista recuerda a la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de Sor Juana hecho que no asombra y sí concuerda con la profusa admiración que la escritora chiapaneca le confesó siempre a la monja Jerónima.
Virginia Woolf, santa Teresa, la misma sor Juana, Susan Sontag, Clarice Lispector y hasta Corín Tellado, todas presentes como fragmentos del extraordinario mosaico que representa la condición y la expresión femenina.
Su mente aguda las aprehende, y celebra su individualidad como integrantes de un nuevo y necesario panteón femenino, escalón y peldaño del ascenso históricamente negado a la mujer.
El resultado es magnífico, pues al elegir y desarrollar un aspecto particular y a veces inédito de su vida o su obra provoca la comprensión y el conocimiento del universo femenino, requisito indispensable para satisfacer esa necesidad de la mujer, proclamada por Virginia Woolf en Una Habitación Propia, de generar y consolidar su propia tradición. No lo dejen ir.