Clint Eastwood conjuga con maestría el cine de género y el de autor en The Unforgiven, su último y mejor western.
Un extraordinario plano abierto sirve de fondo para describir el punto capital en la vida de William Hurt, el protagonista, simiente pródiga de violencia y depravación, quien tras casarse abandona por influencia de su mujer sus viejos hábitos, silenciándolos con una vida apacible de hogar y trabajo. Años después de la muerte de su compañera, dejará el anonimato del retiro para cobrar la recompensa de un último “trabajo”.
Un elenco estelar encabezado por el propio Eastwood domina en todo momento una cuidada puesta a cuadro cruda y genuina en la que la leyenda toma asiento para revelar su lado humano.
Un tono lento y anticlimático domina la mayor parte del filme. Los 127 minutos de duración son bien aprovechados para desarrollar la historia y los personajes. Sin reservas ni rodeos se desglorifica la crueldad al abordar la materialidad del miedo, el asco y hasta el remordimiento implicados en la aniquilación cuando el ejecutor es un hombre cuerdo.
Largamente aletargado, el demonio interior no fallece, sólo reposa, esperando el detonante preciso para emerger desde las sombras en el largamente anticipado cisma del que resurgirá por un breve instante la leyenda. No la dejen ir.