Trastornado y transformado, el período posguerra precisaría un despojo de artificios para conseguir un retrato auténtico de una realidad de otro modo irreconocible. Roberto Rosellini sería uno de los pioneros y paladines de este cine con Roma, città aperta. Inspirada en hechos reales, la película resalta el heroísmo y la tragedia contenidos en la valerosa resistencia italiana durante la ocupación nazi.
Filmada apenas a unos meses de concluido el conflicto, la ciudad guarda aún huellas del combate; los corazones no han terminado de sanar, y no quieren hacerlo sin antes transmitir su crónica, salvando la atrocidad del olvido.
El guión de Federico Fellini construye el conflicto alrededor de personajes genuinos con los que el espectador logra conectar fácilmente y con apenas 97 minutos de duración puntualiza tres momentos particularmente álgidos que afrontan la tragedia para resignificarla al descubrirla en los inspiradores actos de valor y heroísmo.
Además de las elecciones de locación exterior, el director logra un tono verídico al emplear un cast de autores naturales, con las notables excepciones de Anna Magnani y particularmente de Aldo Fabrizi.
El doloroso episodio es retratado con la cruenta realidad que le fue propia cuando las huestes inmolan a la ciudadanía y una máquina bien lubricada se enfrenta al bravo corazón de una nación. No la dejen ir.