Con la franqueza sin reservas que le caracteriza, Charles Bukowski explora en este relato la procedencia de las auténticas motivaciones detrás de las experiencias demenciales imputadas al consumo de LSD.
El tratamiento es original e interesante, alejándose de los lugares comunes de una situación siempre controversial. La atención del autor se enfoca ni en el uso ni en el abuso, sino en la importancia poco reconocida del contexto.
Ni promotor ni opositor de las drogas, para Bukowski el fallo original reside en el individuo promedio, sujeto por incontables cadenas, privado desde los primeros años de crianza de la capacidad para afrontar la revelación de una realidad absoluta, sin distinción entre lo incorpóreo y lo tangible.
La locura no se adquiere, ha estado ahí todo el tiempo, el ácido no alcanza ni siquiera el nivel de catalizador ante un hombre y una sociedad formada y reforzada no con libertad sino con represión. No lo dejen ir.