
Sepulturero y reanimador, Nicanor Parra desafía las convenciones para revelar la otra cara de la lírica en Poemas y Antipoemas.
Con el irrespeto propio del infante, el antipoeta se constituye en un explorador desafiante de la vena de lo inapropiado, revalorizándola junto a los objetos y caracteres mundanos que pueblan la existencia del nuevo hombre.
Con humor y casi socarronería, busca despojar de su rigidez arcaica las antiguas formas a las que cuestiona para derrumbar y desde sus despojos erigir. Visceral e intuitivo, se apropia de eventos, formas, personajes y maneras, resignificándolas con un lenguaje parco y llano, pero siempre verídico. Tan cerca de la prosa que la toca para ratificar su original capacidad narrativa, en poemas extraordinarios como soliloquio del individuo, épica existencial del paso del hombre por la historia circular del tiempo. Agrio y acre las más de las veces, pero a veces también sensible y dulce como cuando escribe a su hija.
Del conocimiento propio partirá al universal, de la mitología familiar a la de la eternidad. Su poesía es recorrido distante y distinto, de todos y de uno mismo. No lo dejen ir.