Hipérbole de la atonía y el desinterés, Albert Camus elude los grandes momentos de la vida y se concentra en los instantes que conforman la vastedad de la existencia en su obra insigne, El extranjero.
Con una indolencia que exuda calma y certidumbre, Monsieur Meursault, el protagonista, rehusa las máscaras de la convención para manifestar, en el límite de la sociopatía, una mezcla de laconismo y melancolía.
Su indolencia nace del discernimiento e inclinación para el presente, no para las penas y dichas pasadas ni venideras, sino para la oportunidad de satisfacción que ofrece cada momento.
El libro inicia con la noticia de la muerte de su madre, evento traumático recibido como todos los demás cum grano salis, pasado el trámite del velorio y el entierro Meursault retornará a la normalidad de una vida cuyas elecciones seguirá eludiendo, pues cada una le resulta igual de indiferente que la otra.
Con la inercia por toda decisión se verá después involucrado en un incidente de asesinato, del que será luego juzgado y condenado; aunque de lo que resulta más culpable es de una honestidad brutal nacida de un apatía intolerable para el status quo y las buenas costumbres.
Pero toda calma se agota y en la conclusión, el arrebato y la claridad de su monólogo interior revelarán su privilegio, la posesión de verdades tan evidentes e ineludibles como insoportables. No lo dejen ir.