Los hermanos Scout y Jem ofrecen a la tragedia la inocencia y la fortaleza del lazo fraternal para soportar y resistir los sucesos extraordinarios y cotidianos que forjan la vida adulta, en To Kill a Mockingbird, la notable adaptación de la novela homónima de Harper Lee.
La historia transcurre en un pequeño pueblo de Alabama dónde nunca pasa nada, a partir de los recuerdos de Scout de una tranquilidad habitual interrumpida por un juicio que vuelve la atención sobre un intenso conflicto racial.
Robert Mulligan combina con acierto la estética de la televisión con un retrato idílico de la infancia que evoca paisajes de lo mejor de Tom Sawyer, incluida esa sed constante de aventuras y peligro de todo niño, en medio de esa contradictoria región áspera e inocente englobada en un sólo nombre, el Sur.
Gregory Peck se entrega al rol de su vida como Atticus, admirado e idealizado como el abnegado padre viudo, paladín de la integridad y la rectitud. Inquietos e imaginativos, Mary Badham y Phillip Alford brindan todo su carisma a unos Scout y Jem inolvidables y sin pronunciar una palabra, Robert Duvall deja huella en un rol brevísimo pero significativo.
La perspectiva infantil desde la cuál se narra la historia es su mejor y más interesante aspecto. Diálogos genuinos e inspirados y un notable tratamiento enfocado en el desarrollo de personajes brindan una sensación no de realidad sino de veracidad, acotada con una línea imprecisa entre lo legal y lo justo, integrando con naturalidad, el velo de fantasía e inocencia que cubría la vida en aquellos primeros años. Recomendada.
Una respuesta a «To Kill a Mockingbird»
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