Impecable en forma y fondo, The Godfather se mantiene a 45 años de su estreno como la más gloriosa exposición del cine de gánsteres, con su representación del microcosmos de las famiglias de la mafia italiana en un trozo de la mitología particular de los Corleone, sosteniendo desde entonces su carácter de hito en los anales de la historia del cine.
Radiografía del hampa, el guión hilvana con maestría los lazos de la familia escogida y la impuesta, pero también de las fuerzas de atracción que nos aproximan hasta fundirnos al hogar, sea lo que sea que eso signifique para redundar los patrones que estamos de una manera u otra a repetir hasta rebasar.
Michael, el hijo menor del clan, funciona como eje de la curva de la historia, que retrata el gradual proceso de corrupción de su alma. El atentado lo sacudirá para despertarlo a deberes que nunca quiso antes reconocer, menos asumir. A esto se sumarán tragedias posteriores, que terminarán de moldear y corromper su alma.
Actuaciones icónicas vigorizan el filme. Marlon Brando está soberbio, construyendo desde la mueca al personaje, perfeccionándolo con afectaciones e inflexiones; mientras Al Pacino recorre el rango que lo llevará del paladín al villano. Encarnaciones ambos del Don, astro alrededor del que orbitan el resto de la famiglia, secuaces, hijos, ahijados, compañeros que la totalidad del cast sostiene y mantiene para reforzar el tono.
Se opera desde las sombras en una mezcla de lealtad, ambición, traición y camaradería. La particularidad de su existencia asentada desde la primera secuencia. Recluidos en un mundo donde el negocio jamás para. Favores se piden se otorgan, se cobran. El recalcitante claroscuro de la fotografía acentúa el mundo de sombras en el que existen y persisten los Corleone, contrastado con los ambientes ajenos, colmados de luz.
Mecanismos de la coacción, engaños, maquinaciones, emboscadas se orquestan alrededor del conflicto personal que gracias a un montaje preciso nos permiten presenciar lo que sucede aquí, mientras también sucede allá.
El tema musical de Nino Rota, es tan acertado como memorable y junto a un cuidadísimo diseño de arte termina por pulir un filme sostenido desde entonces su carácter de hito en los anales de la historia del cine.