Annie Ernaux reconoce la particularidad de su geografía emocional para comenzar a narrar la vida de su padre en la medida que es también la de ella misma.
El título alude brillantemente a la brecha social que fue también mella entre ambos, a las etiquetas y categorías a las que nos reduce el sistema, y que cobra o recompensa cuando se le olvida.
Escrita en primera persona, la novela arranca desde el parteaguas generacional que le significó ser maestra titular, es decir conquistar la permanencia, aliviando al nómada que todos llevamos dentro, al por fin volverlo sedentario.
Annie narra entonces no sólo la vida de su padre, sino la de toda una generación, conocedora del espacio que los confina y los limita, con los hijos como toda esperanza y logro, existiendo no para el presente sino para el futuro.
Annie escribe para reconocer, reconciliar pero sobre todo revelar a su opuesto como su igual, pues somos también los que estuvieron antes de nosotros. No lo dejen ir.